¿REZAR TODAVÍA ?

 

¿Hay que rezar todavía? ¿Es bueno que dedicamos tiempo al silencio, a la calma, para estar con Dios? Parece un tiempo perdido que habría que dedicar a tareas más urgentes como la gente pobre, los que no tienen casa, los que vienen de países lejanos buscando para sobrevivir. Es posible que muchas personas se lo planteen. Además, como hablar con un Dios que se presenta tan silencioso y que no se deja sentir? Quizás hemos intentado esta comunicación personal con Dios y no lo hemos conseguido. No hay duda de que la oración ofrece sus dificultades. Alguien podría preguntar: No basta con la celebración de la Eucaristía, que es la oración por excelencia?

Para ver la necesidad de la oración personal, miramos qué lugar ocupaba en la vida de Jesús. Me atrevo a decir que la oración era el clima normal que la invadía constantemente. Actuaba siempre haciendo la voluntad del Padre. Pero dedicaba tiempo y espacios, en la soledad, para comunicarse amorosamente con Dios. Sabemos que la jornada de Jesús suponía muchas horas de dedicación a los demás, pero buscaba tiempo para orar. Escribe Lucas: "Su llamada se extendía cada vez más, y mucha gente acudía para escucharlo; pero él se retiraba en lugares solitarios y oraba”.

¡Que bien! ¡Qué paz debía respirar!

Jesús es el referente de nuestra condición de discípulos.

La oración personal es tan importante para el espíritu como el alimento para el cuerpo. Acudimos a Dios con todo lo que somos: deseos, esperanzas, penas, regocijos, decepciones, poniéndolo todo en sus manos.


 

Mn. Francisco Planella, en el "Suplemento parroquial" de las parroquias del Carmen / Mercadal, Diócesis de Girona, 18/08/2019