UNA FE A LA INTEMPERIE


Vivimos en una sociedad en la que la fe no cuenta en las instituciones civiles, ni en las leyes que provenían del pacto entre la Iglesia y el estado. Tampoco nos sentimos apoyados por el ambiente, que respira un aire irreligioso.

Nos encontramos rodeados por personas no creyentes que rechazan todo tipo de fe. Muchas personas pueden sentir una fuerte nostalgia por el pasado. Nuestras iglesias se llenaban, y los actos religiosos disfrutaban de una gran esplendor que ilusionaba.

Pero podemos preguntarnos: Era auténtica aquella religiosidad? No era fruto de un ambiente que no había penetrado en la intimidad de nuestro corazón? Podemos pensar que faltaba lo fundamental en nuestro cristianismo: la decisión personal de creer, la aceptación decidida de la persona de Jesús. Las circunstancias actuales pueden ser la ocasión para profundizar en ello.

Vivimos una fe a la intemperie. Seguro que volvemos a una situación parecida a la que vivían las primeras comunidades: se sentían un grupo reducido dentro del imperio romano que adoraba a sus dioses. Por eso los cristianos eran considerados ateos por los emperadores que los perseguían.

Pienso que es bueno recordar aquellas palabras de Jesús: "No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino” (Lc 12,32). Somos un pequeño rebaño, pero somos luz y sal para una sociedad que a menudo vive en la oscuridad y no siente el gusto por la vida.


(Suplemento parroquial Carme / Mercadal, 29/07/18; Mn. Francesc Planella)