TOCAR COMO JESÚS

 

Los evangelios nos hablan del tacto de Jesús, de su proximidad física a las personas; incluso venciendo los impedimentos de las normativas religiosas y sanitarias que lo impedían. Nada más empezar, el evangelio de Marcos nos dice que Jesús tocó un leproso.

En aquellos tiempos los leprosos no se podían acercar a la gente ni a las poblaciones. Irónicamente, el evangelista nos dice que después de este hecho “Jesús ya no podía entrar abiertamente en ninguna población”. Como si con el tacto se hubieran intercambiado los papeles.

Trece siglos después, cuando San Francisco de Asís vio un leproso, a semejanza de Jesús y venciendo toda repugnancia no pudo evitar correr hacia él. Lo abrazó y lo besó.

En cuanto a los milagros, la mayoría de las acciones curativas de Jesús se producen a partir del contacto físico, dando la mano o tocando los ojos y los oídos incapacitados. Pero Jesús no sólo tuvo contacto con las personas sino que también notó el "contacto" de las personas. Una mujer, enferma, fue por detrás suyo y le tocó el borde del manto. Y Jesús lo notó.

Tal vez la página más significativa fue con los niños harapientos, que venciendo los impedimentos de los discípulos que los ahuyentaban, querían acercarse a Jesús. El evangelista Marcos nos dice que "los tomaba en brazos y los bendecía imponiéndoles las manos".

En nuestro vocabulario, el sentido del tacto no sólo significa tocar con los dedos o con la palma de la mano, sino también tratar bien las personas procurando no herirlas ni ofenderlas, siendo con ellas lo bastante delicado.


 

Francesc Romeu, cura y periodista, en "La Hoja Parroquial", Diócesis de Girona, 30/12/18