PADRE NUESTRO Y NUESTRO PAN

 

Los que nos esforzamos por ser buenos cristianos, cada día rezamos una o varias veces el "Padre nuestro", no Padre mío, y el "Nuestro pan de cada día", no mi pan. Y dentro de esta oración, pedimos que Dios nos dé el pan de cada día. El pan siempre ha sido el elemento básico de nuestra alimentación.Y más aún, es un símbolo de la totalidad de nuestras necesidades. 

Cuando pedimos al Señor que nos dé el pan de cada día, ¿qué esperamos que nos dé? Evidentemente que no sólo el pan, sino todo lo que necesitamos para llevar una vida digna y confortable. Y, ¿qué es lo que esperamos recibir para sentirnos satisfechos? ¿Riquezas, comodidades, lujos, poder, honores y prestigio?

Sin duda que el Señor espera de nosotros que le pidamos lo que es necesario para la supervivencia y especialmente para la felicidad eterna. En la oración que el mismo Jesús nos enseñó pedimos el pan de cada día; no una fortuna de bienes materiales, no que nos haga poderosos o sabios,sino que podamos llevar una vida digna con los suficientes medios que nos son necesarios, y que trabajemos para merecer la vida eterna que nos espera. Le pedimos también el alimento espiritual de la comunión que supla la material e íntima de la misa que se ha realizado en la consagración.

Fijémonos que pedimos nuestro pan y no sólo el mío. Pensemos también en todos los demás y especialmente en aquellos que más lo necesiten. Nuestra oración de petición no debe ser egoísta, sino de ámbito universal. Lo que pedimos para nosotros lo tenemos que pedir también por los demás. Para los más cercanos y los más alejados; por aquellos con los que simpatizamos y por los que no nos son simpáticos.

Que Dios nos ayude y que nos dé nuestro pan de cada día.


 

Enric Mirambell, suplemento de la "Hoja Parroquial", Parroquias Carmen / Mercadal, Diócesis de Girona, 28/07/2019