"Cada uno tiene un rey en el cuerpo, excepto yo, que tengo dos", dice el refrán.
La cuestión clave es saber qué tipo de realeza interior nos gobierna: la que nos hace sentir orgullosos y vanidosos -como sugiere el refrany- o la que nos lleva a servir y dar la vida por los demás, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Contrariamente a lo que esperaban un cierto número de judíos de su tiempo, Jesús no se manifiesta como un rey todopoderoso, implacable y dispuesto a aplastar a sus opositores, sino como un rey afectado por la debilidad humana pero fortalecido por el Espíritu Santo, que lleva a abandonar toda arrogancia y a ponerse al servicio del plan de Dios: un Reino de verdad y de vida.
Dejemos que sea él, el Señor Jesús, el que reine en nuestros corazones.
Josep Casellas, en "La Hoja Parroquial", Diócesis de Girona, 25/11/2018