ESCUCHAR COMO JESÚS

 

En la forma como tenía Jesús de escuchar podemos entrever como Dios escucha. El oído de Dios es fino y a la vez selectivo. El Dios del Antiguo Testamento se caracterizaba por haber escuchado el clamor del pueblo hebreo esclavo en Egipto.

El oído de Jesús será misericordiosa, compasiva y escuchará el clamor del pobre y oprimido, del indefenso y necesidad. Ya de pequeño se quedó en el Templo para escuchar y hacer preguntas a los maestros de la ley. Al cabo de unos años escuchará muchos clamores, como los del ciego de Jericó, junto al camino, que aunque la gente lo hacía callar no paraba de pedirle ayuda.

En nuestras lenguas distinguimos la diferencia entre oír y escuchar. Sentir es simplemente percibir un sonido, como un hecho involuntario. Todo se siente: gritos, golpes, ruidos, música de tonos, la radio encendida ... En cambio, escuchar es una acción voluntaria que implica prestar atención. Escucha el que está atento y tiene deseo de hacerlo. Se escucha un cuento, una persona, una canción, una lección ... Por tanto, Jesús, más que sentir, escuchaba, paraba el oído.

Es por ello que nuestras súplicas, las oraciones de petición y las intercesiones, que muchas veces nosotros nos canse (como muy bien señala el Papa Francisco), sabemos de cierto que son escuchadas. Los evangelios nos dicen que Jesús escuchaba las palabras antes de ser pronunciadas. En las discusiones, Jesús afinaba tanto el oído que descubría aquello que pensaban sus interlocutores en su interior.

Jesús escucha el pensamiento y todo aquello que resuena en el corazón de las personas.


Francesc Romeu, cura y periodista, en “La Hoja Parroquial”, Diócesis Girona, 09/12/2018