Hoy es Domingo, el Dia del Señor

Donnée du événement
Genre: 
Célébration
Date: 
14/04/2019 - 13:00

DOMINGO DE RAMOS (C)

Celebración a las 13:00 horas, cantada por los asistentes.

Como siempre, os agradecemos vuestra participación muy valiosa.

La comunidad cristiana de Sant Martí d'Empuries da la bienvenida y recibe con alegría a todos y cada uno de los visitantes y participantes de cualquier nacionalidad y religión.

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Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Se levantó la asamblea, condujeron Jesús a Pilato  y comenzaron a acusarle, diciendo: «Nosotros lo hemos encontrado alborotando a nuestra nación, prohibiendo pagar tributo al césar y diciendo que él es el cristo rey».  Pilato le 

preguntó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». Y él respondió: «Tú lo dices».  Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «No encuentro ninguna culpa en este hombre». Pero ellos insistían con más energía: «Alborota al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde empezó, hasta aquí».  Pilato al oír esto, preguntó si era galileo; al asegurarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo envió, porque Herodes estaba también en Jerusalén por aquellos días.      Herodes se alegró mucho de ver a Jesús, porque hacía bastante tiempo que quería verlo, pues había oído hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo muchas preguntas, pero él no respondía nada.   Por su parte, los sumos sacerdotes y los maestros de la ley estaban allí y lo acusaban duramente. Herodes, con sus soldados, trató con desprecio a Jesús, se burló de él, le puso un vestido blanco y lo envió a Pilato.  Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes eran enemigos. 

Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo:   «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo; yo lo he interrogado delante de vosotros y no lo he encontrado culpable de las cosas de que lo acusáis. Herodes tampoco, puesto que nos lo ha devuelto. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte.   Por tanto, lo pondré en libertad después de haberlo castigado».  Por la fiesta tenía por costumbre soltarles a un preso. Ellos gritaban todos a una: «Quita de en medio a ése y deja en libertad a Barrabás». Éste había sido encarcelado por una revuelta ocurrida en la ciudad y por un homicidio. De nuevo Pilato les habló, pues quería dejar en libertad a Jesús. Pero ellos gritaron: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Y Pilato, por tercera vez, les dijo: «¿Pero qué mal ha hecho? No he encontrado en él causa alguna de muerte; por tanto, lo dejaré en libertad después de haberlo castigado». Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que fuera crucificado, y sus gritos cada vez eran más fuertes.  Pilato decidió que se hiciera como pedían.  Dejó en libertad al que pedían (el que había sido encarcelado por una revuelta y un homicidio), y les entregó a Jesús para que hicieran con él lo que quisieran.

Cuando lo conducían, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.   Lo seguía mucha gente del pueblo y mujeres, que se daban golpes de pecho y se lamentaban por él.  Jesús se volvió a ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque vienen días en los que se dirá: Dichosas las estériles, los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han amamantado. Entonces comenzarán a decir a las montañas: Caed sobre nosotros, y a los collados: Sepultadnos;  porque si esto hacen al leño verde, ¿qué no harán al seco?». Llevaban también a dos criminales para ejecutarlos con él. 

Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los criminales, uno a la derecha y otro a la izquierda.     Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Y se repartieron sus vestidos a suertes.  El pueblo estaba mirando. Las mismas autoridades se burlaban, diciendo: «Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si es el mesías de Dios, el elegido». También los soldados se burlaban de él, se acercaban y le daban vinagre,  diciendo: «Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Encima de él había un letrero que decía: «Éste es el rey de los judíos».

Uno de los criminales crucificados le insultaba diciendo: «¿No eres tú el mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro le reprendió diciendo: «¿Ni siquiera temes a Dios tú que estás en el mismo suplicio?  Nosotros estamos aquí en justicia, porque recibimos lo que merecen nuestras fechorías; pero éste no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey».  Y le contestó: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».  Hacia el mediodía las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta las tres de la tarde.   El sol se eclipsó y la cortina del templo se rasgó por medio.  Y Jesús, con fuerte voz, dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Dijo esto y expiró. El oficial, al ver lo que había ocurrido, daba gloria a Dios, diciendo: «Verdaderamente este hombre era justo».  Y toda la gente que había asistido al espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba dándose golpes de pecho. Todos los conocidos de Jesús estaban a distancia, igual que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, presenciando todo esto.