CUENTO DE NAVIDAD


CON LAS MANOS VACÍAS

Inclinado ante los pies de Jesús, el rey persa habló así:

"Señor, yo quería ofrecerte tres perlas de gran valor, pero ya no tengo ninguna. Por el camino, ante la puerta de un hostal ví un anciano acostado en un banco y temblando de frio y de fiebre. Ofrecí una perla al posadero para que fuera a buscar un médico y aquel hombre pudiera ser bien atendido.

Al día siguiente me puse en camino. Unos bandoleros estaban maltratando un prisionero. Di la segunda perla para comprar la libertad de aquel chico.

Os quería guardar la perla que me quedaba, pero llegué a un pueblo en llamas, donde los soldados de Herodes habian prendido fuego y se llevaban todos los niños de menos de dos años. Di la tercera perla al capitán de aquellos soldados para que dejaran en paz aquellos niños.

Es por eso, Señor, que vengo a adoraros con las manos vacías".

Después de un silencio, el rei persa levantó la cabeza y vio el Niño Jesús que le alargaba sus pequeñas manos y le sonreía. El rey persa, y también José y María, entendieron que por Jesús aquellas manos vacías fueron el mejor regalo.