EL ADVIENTO

 

Estamos en tiempo de Adviento. Preparemos, pues, el Advenimiento de nuestro Redentor.

Dios es fiel a sus promesas de paz y de salvación. Por eso, pronta su venida, comprometámosnos individualmente con que actitud conviene que esperemos al Señor que viene.

Para acoger a Jesús, el Mesías, es necesario tener el corazón abierto y convertido. Hemos de quitar los obstáculos que hay en  nuestra vida ya que pueden impedir que Jesús venga a nosotros.

Es necesario allanar el camino y recibirle con la misma humildad como se nos manifestará.

Vivamos este tiempo de espera, que nos prepara para la Natividad de Jesús, con esperanza. Meditemos y reflexionemos la Palabra de Dios de cada domingo, porque, como nos dice San Pablo, “...lo que nos dicen las Escrituras es para instruirnos a nosotros, porque la fuerza y el consuelo que ellas nos dan nos ayuden a mantener la esperanza”.

Durante este tiempo se encienden los cuatro cirios de la corona de Adviento que nos ayuda a recordar aquella exclamación que reza: "Yahvé Dios del universo renovadnos, hacednos ver la luz de vuestra mirada y seremos salvados". El Adviento responde a esta esperanza de salvación: "Vendrán días, dice el oráculo del Señor, que cumpliré aquella promesa hecha a la casa de Israel y a la casa de Judá. Aquellos días, aquellos tiempos, haré nacer a David un hijo bueno que se comportará en el país con justicia y bondad. Aquellos días será salvado el país de Judá y vivirá confiada la ciudad de Jerusalén". Jesús de Nazaret será la promesa; el camino, la verdad y la vida. Por eso la liturgia nos cantará: "Ven Emanuel. Sois la esperanza de Israel...". 

Dispongamosnos a escuchar y a reflexionar la Palabra de Dios que nos propone la litúrgia de este tiempo de Adviento y así, con la ayuda del Espíritu, demos los frutos que nuestro Redentor espera de nosotros.

 

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